Hoy la prima de riesgo ha estado haciendo de las suyas. Cuanto más sube, más voces autorizadas avistan el naufragio. Puestos a zozobrar, les sugiero la técnica utilizada por el panadero jefe del Titanic.
Se llamaba Charles Joughin y era de Liverpool. Aquel 14 de abril de 1912, y tras constatar que el impacto con el iceberg había resultado letal para el barco, subió a cubierta y se dedicó a lanzar al agua las sillas y las hamacas para que los que habían caído al océano tuvieran donde aferrarse. Tras esa accción útil y valiente el panadero se agarró una cogorza de whisky de proporciones bíblicas. Tan bíblicas que se produjo el milagro: el alcohol en el cuerpo de Charles operó como anticongelante.
El panadero jefe encontró fuerzas para agarrar la botella y terminar encaramado a la popa del barco. Desde allí saltó al agua cuando el Titanic, desgajado, inició el descenso al fondo del mar. Y chapoteó lo suficiente para resistir un pequeño baño antes de aferrarse como pudo a una balsa hinchable. Con medio cuerpo sumergido, aguantó varias horas hasta que el bote salvavidas número 12 se acercó a ellos. Y Charles culminó la noche a lo grande: saltó de la balsa y buceó bajo el agua helada hasta la embarcación.
Cuando lo subieron al Carpathia, el primer barco que socorrió al Titanic, tenía los pies helados y andaba con las rodillas. Pero salió ileso, gracias a esos milagrosos lingotazos de whisky.
Todo aquello no fue suficiente para robarle las ganas de navegar. Charles siguió haciéndolo y sobrevivió incluso al naufragio de otro barco, el Oregon. Acabó sus días en New Jersey. Corría 1956. Para entonces había perdido a su esposa. Dejó una hija y una nieta.
Digo yo que si Charles Joughin sobrevivió a dos naufragios, nosotros podremos sobrevivir a esta crisis, con un par de whiskies.
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Hola Carmela, me ha dado un subidón con el panadero, que puñetas se pimpló la botella y ‘arregló’ lo que pudo al personal, y patos a la mar, eso es buena faena. Que gusto da ver esas gestas de esas gentes incógnitas que son las que han levantado el mundo, gracias por ponerlo en el blog
Gracias, Esther. Leí esta historia hace muchos años y no la he olvidado. Quería compartirla con vosotros. Un saludo afectuoso.