Tantas ganas de paz y, sin embargo, nada hace pensar que ETA tiene una intención real de acabar con su estrategia de imposición por la violencia. Tres datos preocupantes emanan de Francia. Tres razones más para no creer.
El pasado viernes, dos presuntos etarras se saltaron un control de aduanas en Gye, al noreste de Francia. Circulaban a bordo de una furgoneta que abandonaron en su huída. Quienes le vieron escapar recuerdan que los jóvenes, de unos treinta años, tenían un aspecto desaliñado, con barba de varios días. Les favoreció la luz de anochecer: a las cinco de la tarde, apenas se les podía distinguir. Se adentraron un bosque cercano y allí se les perdió la pista. Desde entonces la policía les busca sin escatimar medios: helicópteros, perros rastreadores, inspección ocular casa por casa. En el vehículo se hallaron matrículas falsas y un disco duro que está siendo analizado. La base de datos ha revelado que la furgoneta fue robada en Leffond, en la misma región, el pasado 10 de diciembre, cuando en España jugábamos a poner fecha a un nuevo y definitivo comunicado de ETA.
Los expertos antiterroristas franceses tienen ahora un elemento más para reforzar su posición de descreimiento total sobre las intenciones de la organización. Se trata de otro robo reciente que tiene perplejos a mis colegas franceses expertos en temas de Interior y muy preocupados a los hombres del Subdirección Nacional Antiterrorista. Sucedió el 20 de diciembre cuando un comando formado por una mujer y dos hombres, atracó una empresa de documentación securizada de Bourg de Peage, cerca de Lyon, y se llevaron unas 25.000 tarjetas en blanco además del programa informático y siete impresoras para rellenarlas. Con este sistema ETA puede producir miles de falsos permisos de conducir españoles, del mismo formato y «otras muchas cosas», según fuentes policiales francesas.
Estos datos revelan un repunte de la actividad de ETA en Francia, donde, además, la semana pasada, fue hallado un zulo antiguo cerca de Toulouse. Escondía ocho bidones rellenos de 250 kilos de una sustancia blanca que, a falta de informe definitivo, parece ser nitrato de amonio. El inventario es pobre, nada comparado a otro que acabamos de conocer: el zulo de la casa de Urrugne en el País Vasco francés hallado en 2004. Los propietarios de dicha vivienda fueron condenados en París al comienzo de las pasadas Navidades. Durante el juicio se ofreció el invetario definitivo de aquel escondite en el que ETA guardaba 68.000 cartuchos, un lanzamisiles, 30 granadas, 30 lanzacochetes, morteros, 50 dispositivos eléctricos para detonación, armas de todo tipo, incluídas del ejército español, 2.500 metros de cordón detonante, matrículas en blanco…y 25.000 dólares.
Tres razones más que ilustran el largo y tortuoso camino que nos espera a todos. A ETA para dotarse, ante Madrid y París, de alguna credibilidad en sus intenciones, si las tienen, de cerrar la puerta. A nosotros, si queremos seguir creyendo que la normalización en Euskadi está a la vuelta de la esquina.
Gente mucho méjor y más informada que yo avala la tesis de tu comentario. Hace ya mucho tiempo que los terroristas, asesinos de ETA no defienden otra cosa que su mera supervivencia y es evidente que su comportamiento y modo de actuación se corresponde a una organización mafiosa. Con el paso de los años es bien cierto que han perdido apoyo social en Euskadi pero desgraciadamente son todavía demasiados, no nos engañemos, los que ponen por encima una idea al valor de la vida humana. Mientras eso no cambie no hay nada que hacer.
Estoy lejos de la visión apocalíptica Mayor Oreja y muchos de sus acólitos pero me temo que nos resta mucho hasta que esto desaparezca definitivamente.
Espero estar equivocado.
Desgraciadamente yo tengo la misma impresión, han entrado en una especie de inercia que les impide dejar la violencia, creo que no soportan la idea de abandonar sin haber conseguido sus objetivos, es una rendición y lo saben. No se porqué el diario «La Razón» echó las campanas al vuelo pero no me parece que esté justificado en absoluto.