Sobre el mar, la ciencia y un país…. Reflexiones de un naturalista marino.

Les presento a Oscar Ocaña, un reconocido biólogo marino de este país. Un tipo entusiasta, concienzudo y terco que, desde el Museo del Mar de Ceuta, institución que dirige, se pelea por investigar y profundizar en el conocimiento de la riquísima variedad de especies de nuestros litorales.

Oscar nada, a menudo, a contracorriente. Pero no se para. En el texto que sigue Oscar ofrece algunas claves sobre las dificultades de investigar en el mar,  de conseguir financiación cuando las decisiones se toman, a menudo, en plena meseta y se da prioridad a los proyectos «terrestres».  Son palabras apasionadas y certeras que merecen una reflexión. Y, sobre todo, no dejen de pasar por el documental sobre el bajo de las Gerardias.

TRIBULACIONES DE UN NATURALISTA MARINO DESDE LA PERIFERIA DE LA NACIÓN

Permiítame que me presente. Soy un entusiasma de la naturaleza en todo el amplio sentido de la palabra, soy un biófilo sin remedio y un naturalista vocacional, que incluso se atreve a editar guías para senderistas y naturalistas aficionados sobre algunas zonas de montaña en el norte de África. Por consiguiente, amo los bosques, me entusiasman los vertebrados terrestres y los insectos me provocan una admiración irresistible, las aves me gustan como al que más y agradezco todos los días que me acuerdo el aire que puedo respirar y el planeta en el que habito. Además, confieso que quedé atrapado desde mi juventud por los hados de las tierras sumergidas que albergan nuestros mares y océanos, y dirijo un modesto museo del mar en provincias que, a pesar de pequeño, desea contribuir consistentemente a la investigación en especies y hábitats marinos y atender aquellos aspectos de interés en el Norte de África. Por este motivo, la institución citada conserva una de las mayores colecciones europeas de osamentas de varias especies de tortugas marinas y de algunos delfínidos.

                          Con esto quiero indicar que no soy sospechoso de ser un furibundo radical en contra de la otra naturaleza, que solo ve defensa de los fondos marinos sin tener miras para nada más. Sin embargo, en la actualidad me siento, cada vez más, como una especie de Muyaidín del Bahar de hoy en día, en mi caso en defensa del conocimiento cierto y necesario de las especies y los hábitats marinos. Fueron denominados Muyaidines del Bahar a aquellos españoles que viéndose expulsados de su tierra por la intolerancia religiosa castellana no se resignaron y se hicieron piratas para defender lo que entendían que era su justa causa (las tesis de Gozalbes Busto sostienen que el corso, tan temido en el Estrecho, fue mantenido principalmente por los “Muyaidines del bahar”, que no eran sino españoles de credo musulmán desposeídos y expulsados que no se resistían a renunciar a su patria por cuestiones de índole religiosa. A partir de aquí existen ríos de tinta sobre la historia ceutí de asedios y privaciones en las que las ciudades de Tetuán y Chefchauen fueron relevantes), algunos los tratan como simples piratas pero la simplificación y generalización es bien ridícula. Un poco sí que me siento como expulsado, provocado por una indiferencia insultante por la falta de respeto y la inconsistencia de las políticas nacionales para con el medio marino, tal y como lo entiendo.

La burocracia ambiental española aliada con el poder político rinde culto a la diosa meseta y su biodiversidad, y siente una decepcionante indiferencia hacia aquellos organismos que habitan bajo la superficie marina. La exploración marina es algo así como la última frontera de la exploración planetaria. Entiendo que no es justo ni siquiera inteligente que tengamos mejores mapas de algunos planetas cercanos que nuestros fondos marinos (véase varios autores en Duarte, 2006), como tampoco parece lógico que no tengamos información fidedigna de la mayor parte de los hábitats marinos de nuestro país. ¿Por qué nos cuesta tanto trabajo encontrar financiación para proyectos de geografía ecológica o de inventariado de la biodiversidad marina? Existen algunas respuestas, por ejemplo, la ausencia de separación presupuestaria entre las áreas dedicadas al estudio y la conservación de las especies y sus hábitats, y la existencia, dentro del Ministerio de Medioambiente, de un núcleo fuerte dedicado a las obras en el litoral, más propio de lo que entendemos como el área de Fomento, esto es, la antigua DGC (Dirección General de Costas). Con este panorama nos enfrentamos a diario quienes nos dedicamos a la biodiversidad marina, y vemos como la mayor parte de los proyectos de la Fundación Biodiversidad o de los diversos departamentos ministeriales dedicados a la causa de la conservación van a parar al medio emergido.

El mar existe más allá de los paseos marítimos, la regeneración de las playas, los recursos pesqueros, las aves, los mamíferos y los reptiles. Es imprescindible que asimilen que la conservación marina también atañe al bentos (básicamente, las poblaciones de algas, fanerógamas, invertebrados y peces, no vistos necesariamente como recurso pesquero, que se asocian con los fondos marinos), esto es el núcleo duro de la conservación de nuestro medio marino y de las costas y solo se puede lograr con el necesario cambio de mentalidad. Nuestro país alberga la mayor concentración de especies y hábitats marinos de toda la UE y que, por lo tanto, debería ser responsable, coherente y consistente con la inmensa responsabilidad que conlleva inventariar y estudiar el medio marino desde el punto de vista de las especies y hábitats que, por otra parte, tanto ignora y fustiga con la más absoluta indiferencia de estado.

Los tiempos bajo el agua son limitados y la capacidad de recorrido de los fondos marinos es menor que el que tranquilamente podemos realizar trabajando en un bosque mediterráneo. Pero la construcción de la conservación de los fondos marinos se está haciendo desde el conocimiento que aporta la exploración biológica de las especies y sus hábitats. Hace poco una amiga periodista que trabaja en Madrid tuvo la oportunidad de visualizar un documental submarino sobre un lugar (El Bajo de las Gerardias) que concentra la población de una especie de coral de aguas frías más importante del planeta. Miles de ejemplares de gran longevidad (cientos y posiblemente miles de años como ocurre con sus parientes Indo-pacíficos) y un tamaño nada despreciable, muchos sobrepasan el metro y medio y también los dos metros de altura. El caso es que se emocionó tanto con la visión de este hábitat que me dijo que la sensación que tuvo era como estar en otro planeta.

Es una triste realidad pero  la nueva ley de Patrimonio Natural está pervertida desde la administración general del estado a favor de las tierras emergidas. La desproporción es tan abultada que prácticamente, podemos decir, no existen proyectos marinos financiados desde la administración general del estado o del ministerio de medio ambiente, rural y marino (medio natural y política forestal). Algunos datos: La Fundación Biodiversidad de los 102 proyectos concedidos en 2010 solo 10 se relacionan con el medio marino; el Ministerio de Medioambiente y en concreto “medio natural y política forestal concedieron también en 2010, 3 proyectos al medio marino de los 21 proyectos concedidos.

En lo que a mi respecta, al ser un prisionero de mi vocación solo puedo continuar con la modesta labor que desarrollo en pro del conocimiento del medio marino y a favor de la causa de la conservación. Sin embargo, continuaré criticando esta lacerante situación hasta que algún gobierno sensato y con una visión de estado más moderna y equitativa decida compensar el atraso en el conocimiento de especies y hábitats marinos y sobre todo en su inventariado. Desde mi perspectiva, y como he comentado anteriormente, solo la separación presupuestaria y departamental puede terminar con estos dislates actuales. Hasta entonces los pequeños territorios con grandes valores naturales sumergidos continuarán olvidados y también mermados en sus posibilidades de desarrollo cultural y en cierta medida en su progreso socio-económico.

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