El mejor regalo del mundo

Captura de pantalla 2014-11-24 a la(s) 21.57.27Acaba de publicarse en España un libro que encabezó en primavera la lista de los más vendidos del New York Times. Lo escribe un periodista, Dan Harris, un tipo con muchos kilómetros a sus espaldas como reportero de guerra y actual copresentador del magazine Nightlife y la edición fin de semana de Good Morning America en la cadena estadounidense ABC News. Un triunfador que ha decidido escribir sobre la forma en que ha conducido su vida desde que el 7 de junio de 2004 sufrió un ataque de pánico en directo. Como él mismo recuerda, “según los datos de Nielsen, 5,019 millones de personas me vieron volverme loco”.

libroDan Harris relata con precisión, rigor de buen periodista, humildad y humor todas las etapas a la caza y captura de una solución para esos accesos de pánico que amenazaban con amargarle la existencia y acabar con una prometedora carrera profesional. El resultado es un relato de final razonablemente feliz. De hecho, el libro de Harris se llama “Diez por ciento más feliz”.

Confieso que he llorado leyendo el libro de Harris al descubrir en sus palabras mis propias experiencias porque, con algunos años de intervalo, ambos buscamos respuestas atravesando un sendero similar.

De repente, dejé de oír.

En mitad de una reunión. Es como si alguien hubiera cerrado la escotilla y se hubieran disipado todos los sonidos exteriores. “Tengo que irme, no me encuentro bien”. Abandono la sala con una gran presión interior. Acabo en el hospital donde encadenan pruebas durante varias horas para rebatir los resultados de un primer electrocardiograma que no gusta al personal. Falsa alarma. No fumo, apenás, bebo, como sano, hago deporte y me río bastante. El patrón de hábitos juega a mi favor.

Días de descanso. Me hago con algo de lectura sobre el estrés, empiezo a dar largos paseos y a entrenarme en técnicas de respiración tumbada en las praderas de césped de los jardines cercanos. Y un día, en el fondo de un bolso, aparece un folio arrugado. El mejor regalo del mundo. Lo extiendo y recuerdo de dónde viene: es la fotocopia de un artículo que, seis meses antes, un amigo querido me ha dejado antes de despedirnos. La primera palabra del titular es tan extravagante que me disuade al minuto. “Mindfulness”. Me hace pensar en Mary Poppins, Supercalifragilisticoespialidoso. Doblo el folio, lo guardo y me olvido de él.

Ha pasado medio año y allí está el folio de nuevo. Mindfulness. Busco la palabra en Google y me peleo con el significado (atención plena) antes de empezar a comprender algo.

”Consiste en el proceso de observar expresamente cuerpo y mente, de permitir que nuestras experiencias se vayan desplegando de momento en momento y de aceptarlas como son. No implica rechazar las ideas ni intentar fijarlas ni suprimirlas ni controlar nada en absoluto que no sea el enfoque y la dirección de la atención. (…) La atención plena no implica intentar ir a ningun sitio ni sentir algo especial, sino que entraña el que nos permitamos a nosotros mismos estar donde ya estamos, familiarizados más con nuestras propias experiencias presentes un momento tras otro.”

Vale. Esto es meditación. Ya me visualizo con la cabeza rapada, las gafas y una túnica butano en lo alto de la montaña. Mis objeciones se detienen cuando empiezo a curiosear en la vida del autor de la definición anterior. Se llama Jon Kabat Zinn, doctor en biología molecular por el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) y director de la Clínica para la Reducción del Estrés Crónico y el Centro de Mindfulness de la Escuela de Medicina de Massachusetts. Es decir, cualquier cosa menos un charlatán. Kabat Zinn ha desarrollado un programa de Reducción de Estrés basado en la práctica de Mindfulness con el que ha conseguido mejorar la calidad de vida de enfermos crónicos. Actualmente, el programa es aplicado en todo el mundo y empresas como Google ofrecen a sus empleados talleres de mindfulness.

Mi curiosidad se vuelve asombro cuando descubro artículos que relacionan la práctica del mindfulness con cambios en la estructura y funciones del cerebro. Liberada de la perspectiva de la túnica y el rapado a cero, asalto la librería a la primera ocasión. Me hago con dos libros de Kabat Zinn durante la hora del almuerzo. He incorporado técnicas de respiración a mis rutinas diarias y me siento más ligera, relajada y tranquila a la hora de encarar las dificultades del día a día.

Captura de pantalla 2014-11-24 a la(s) 22.47.32Leo libros de Kabat Zinn y el mindfulness releva a las técnicas de respiración iniciales. En realidad, se parecen: se trata de concentrarme en mi respiración, prestar atención a cómo respiro, sin juzgar, sin autoreproches por despistarme, solamente dejo que desaparezca el objeto del despiste y vuelvo a la respiración. Tumbada bajo los árboles de un parque de Madrid (qué temeraria) leo y respiro.

Poco a poco empiezo a entender ciertas cosas. La primera, que prestar la mayor atención posible a la respiración es esencialmente, un ejercicio para vivir el presente, concentrarme en lo que está sucediendo ahora, ser consciente. He pasado muchos años regresando al pasado en busca de respuestas o angustiada sobre mis expectativas de futuro y resulta que la respuesta está aquí, en la forma en que gestiono mi momento presente. La meditación es una escuela para disfrutones (nunca me lo he pasado mejor haciendo fotografías a los cielos por la mañana) y la más eficaz manera de dominar lo que se denomina “monkey mind”, nuestra mente de primate que segrega pensamientos sin parar.

Captura de pantalla 2014-11-24 a la(s) 22.32.00El segundo gran descubrimiento es que el hecho de observar la respiración (o los sonidos, o las sensaciones del cuerpo) te entrena para reproducir esa capacidad de observación hacia tus propios pensamientos o emociones. Aprendo a “mirar” mis enfados o emociones desde lejos, como si fuera un espectador. “Ríos Calvo, te estás pillando un cabreo del 15”, me digo ante una situación adversa. Y entonces, el cabreo, como una nube negra, pasa con rapidez y veo con más claridad a la hora de buscar una solución razonable.

Eso no quiere decir que, de repente, la vida se haya convertido en una balsa de aceite donde siempre tienes a mano una respuesta o reacción correcta. Simplemente aprendes a aceptar lo que viene (bronca del jefe, niño llega tarde, coche haciendo la pirula en mitad de la M30), a observarlo y, desde esa distancia, gestionarlo con mayor tranquilidad (aunque al de la M30 le caen un par de tacos, fijo).

Durante algún tiempo no entendí porque Kabat Zinn hablaba tanto de “compasión” en sus inspiradores libros. La práctica me dio la respuesta: al meditar, desarrollas una mejor capacidad de observación de tus propias reacciones y … las de los demás. Al entrenarte en observar sin juzgar, estás en mejor situación de comprender a los otros… y ayudar.

Captura de pantalla 2014-11-24 a la(s) 22.49.26El mindfulness ha sido, además, la mejor tabla de salvación para mi maltrecha capacidad de concentración. Adoro hacer periodismo en redes sociales y me gusta manejar los grandes volúmenes de información que proporciona Internet, pero esto me pasa factura porque siento que me cuesta concentrarme más que hace unos años. Entrenar la concentración meditando es balsámico, tanto como la lectura de libros en papel.

Hace un año no hubiera escrito algo como esto. Me hubiera dado vergüenza mostrarme tan vulnerable y ofrecer la imagen de una mística que, les aseguro, no soy. Cuando descubrí el libro de Dan Harris pensé: “ahora no estoy sola”. Lean a Harris. Ojalá lo disfruten tanto como yo, y también encuentren en su experiencia algunas respuestas.

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6 respuestas a El mejor regalo del mundo

  1. Lorena White dijo:

    Creo que necesito ese libro. Gracias por la recomendación, Carmela!

  2. Carmen Hernández dijo:

    Eres genial!!! Lo compraré.

  3. Francisca Serráis Benavente dijo:

    También es un regalo esta sugerencia. Gracias.

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